Entonces en un cerrar de ojos la vi:
una ola gigante que rompía con todo a su paso, ahogaba las lágrimas, diluía los pesares y limpiaba la mugre. Vi también cómo arrasaba con el miedo y el dolor; por suerte ya no hubo mas tiempo para ellos. Ojalá mis manos y mis palabras hubieran podido hacer algo por ella, pero se limpiaron de culpa y enmudecieron en mi interior mientras la luz y el agua lo llenaban todo, llevándola por fin de lo irreal a lo real, elevándola y alejándola de mí...
y derrepente abrí los ojos. No había ninguna ola y nada había cambiado, todo parecía estar igual que siempre. La vieja de al lado respiraba fuerte y se había quedado dormida mientras hacíamos la relajación.
Una cantidad limitada de anécdotas
Hace 7 años
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