Donde nada nos cubre ni nos distancia del cielo y el suelo. A mi ventana que parece un cuadro y me hace esperar todos los días el atardecer, la mejor hora. Corriendo, gritando, haciendo de la nada música, caminando en la oscuridad agarradas del brazo y pisando. Con los pelos enmarañados y la piel cortada de sol.
Dicen que si cerramos los ojos somos infinitos.
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